MI MUSICA

Desde que tengo uso de razón, la música ha sido una parte muy importante de mi vida. Mi abuelita Margarita Erdman, era en su juventud, concertista de piano en el estado de Michigan, Estados Unidos, antes de que ella y su esposo decidieran irse como misioneros a Oaxaca, México. Algunos de mis primeros recuerdos son de mi madre tocando el piano, ya al anochecer, cuando todos ya estábamos en la cama dispuestos a dormir. Yo me escurría de mi cama y me sentaba en un rincón a verla (ella nunca lo supo, estaba de espaldas a mi). De sus dedos fluían las melodías de Schubert, Beethoven y Chopin. Según fueron pasando los años, seguí siendo expuesta a la mejor música del mundo. Cuando murió mi madre, viajavamos una vez al año, a visitar el lugar de su descanso terrenal, y visitábamos a mi abuelita que todavía residía en la misma ciudad de Cuernavaca, y allí en su sala, estaba aquel piano que había llegado a conocer tan bien. Un hermoso piano negro de estudio que había sido tocado por las manos de mi abuela y de mi madre muchas veces.  Para estas fechas, ya había yo comenzado a tocar la guitarra y me estaba gustando mucho. El estado de Oaxaca, es reconocido por su música de tonos menores, lamentos y canciones tristes que al tan solo oírlas me desgarran el alma, especialmente después de la muerte de mi madre.

Cuando mi padre se volvió a casar, mi nueva madre me dio uno de los mejores regalos que  me han dado: Ella tenia una de esas grabadoras bultosas que usaban cintas del tamaño de un plato donde tenia grabada la música que tanto había escuchado al lado de mi madre. ¡Todavía recuerdo cuando tocaba la Sinfonía incompleta de Schubert! ¡Era como que vida brotaba de esa grabadora! ¡Como me gustaba! ¡Cuanto amaba la música! ¡La música clásica!

Cuando mi abuelita Erdman ya estaba muy enferma, decidió mandarnos el precioso piano negro por mudanza. Recuerdo el día que llego a nuestra casa.  Tuve sentimientos encontrados, emocionada y a la vez, intimidada. Pero la atracción fue demasiada y en poco tiempo le puse las manos encima y comencé a explorar las posibilidades que me ofrecía este instrumento. Un tiempo antes de esto, mi padre me había puesto en la Escuela de Bellas Artes, en la ciudad de Oaxaca; ¡Habla de estar intimidada! ¡Todos los estudiantes allí eran jóvenes ya grandes! ¡Yo era una niña de como doce años! ¡Pero cuando la música comenzaba, se me olvidaba todo! ¡Entonces estaba yo por las nubes! Mi padre también me puso a tomar clases de piano con la misma maestra que el tuvo. ¡Era ella una mujer muy exigente! Cuando usaba yo el dedo equivocado en alguna nota, me agarraba el dedo correcto y me lo aplastaba en la nota correcta. A veces, en mi timidez, me daba miedo, pero me encantaban las lecciones, así que seguí tomando las clases todo el tiempo que mi padre pagó por ellas. La razón que ya no  lo hizo fue porque me le adelanté tanto a la maestra que ya no hubo necesidad de mas lecciones. El don que Dios me dio fluía de mis dedos aun sin la necesidad de leer las notas. Podía escuchar alguna pieza y tocarla en el piano en unas cuantas practicas. Me gustaba tanto tocar el piano, que me pasaba hasta ocho horas al día tocándolo y practicando lo que ya había aprendido. Era como postre para mi. Como ya tenia la teoría básica que aprendí en Bellas Artes, lo demás lo aprendí yo sola.  La música era todo para mi, mis amigos, mi familia, mi comida, mi diversión, todo; música, música, música…

Cuando nos mudamos a la casa que mi padre construyo al lado de la iglesia que pastoreaba, pusieron el piano en la iglesia en vez de en la casa. Regresaba de la secundaria todos los días, hacia mi tarea, comía, y directito a la iglesia por el resto del día a tocar el piano. Cualquier tiempo extra que tuviera, o que pudiera robarle a otra actividad, me metía en la iglesia a tocar el piano. Mi padre tenia que ir a sacarme de allí ya entrada la noche. Hice esto todos mis años antes de irme a Texas USA a la universidad.

Ya en la universidad, pronto me descubrieron y me envolví en todas las actividades musicales del colegio, incluyendo los grupos que viajaban durante el verano por todos los Estados Unidos, cantando y representado al colegio en muchas iglesias. Fueron experiencias maravillosas que atesoro hasta este día. Conocí a mucha gente y muchos lugares. Tocaba el piano para el trío de varones, el coro, e iglesias que visitábamos durante el año escolar. Aprendí mucho de uno de mis profesores que a veces me cachaba en la capilla tocando música clásica, y sorprendido venia y me daba ideas, o me corregía algún error, camino a su oficina.

Unos cuantos meses después de que Sammy y yo nos casamos, mi hermana nos invito a su boda para que yo le tocara la marcha nupcial y Sammy y yo cantáramos el tocando el trombón y yo el piano.

Después, ya teníamos nuestro propio hogar pero no tenia piano. ¡Cuanto lo extrañaba! Cuando cumplí quizá 16 años, mis padres me dijeron que el piano que te contaba yo al principio, iba a ser mio. Que me lo había ganado con tanto tocarlo, mi amor por la música y por mi persistencia en aprender. Cuando nos mudamos a vivir en Estados Unidos, mi piano se quedo en México, no tenia  como traérmelo. Le pedí a mi hermana que me lo cuidara…

Eventualmente Sammy me sorprendió y me compro un piano nuevecito. ¡No había tiempo suficiente en las 24 horas del día para mi! ¡Como lo use! Tenia dos preciosas pequeñitas que cuidar, pero todo momento que podía, era para mi piano y la música clásica que tanto me gustaba. Recuerdo la primera vez que mi Batí vino a sentarse a mi lado y me dijo: «Mami, ¿como le haces? ¿Enséñame si? ¡Desde entonces ya necesitábamos dos pianos! ¡Estaba tan cautivada como yo! No me quitaba los ojos de encima y luego lo hacia ella, poco a poco le fue agarrando a la música, hasta que ya lo podía tocar por si misma. ¡Estaba yo tan orgullosa de ella!

Los años pasaron y comencé a sufrir de depresión aguda. Nadie se dio cuenta de mi situación, ni yo misma. Pensaba que tenia mal carácter y que era muy sentimental. Cuando llego el fin, ya no tocaba el piano, no disfrutaba de ninguna música y mucho menos mi favorita, la clásica. Tan solo miraba el piano y se me hacia un nudo en la garganta y no lo quería ni ver. ¿Para que? ¡A nadie le importa! ¡Que desperdicio de mi vida!

Tengo una enorme colección de CDs en música clásica y otros favoritos en otros géneros. ¡Los deje de oír por completo! Un poco antes los tocaba, por ejemplo el Réquiem de Wolfgang Amadeus Mozart, y me hundía en mi tristeza con la Lacrimosa… si no sabes de depresión no te puedes imaginar las profundidades de soledad, tristeza y desesperanza que se sufre. Algunas piezas de música clásica me llevaban a lo mas profundo de estos sentimientos. Era como una droga…

Después de que Dios me devolvió la vida: (http://sugraciainfinita.com/mi-testimonio/), muchas cosas comenzaron a cambiar, algunos de mis gustos cambiaron. Por meses me estuve recuperando físicamente; me estaba acoplando a mi nuevo ambiente, gente,   y mi cuerpo después de la embolia que sufrí. (Me movieron a Texas donde vive la mayoría de mi familia). ¡Todo me parecía un terrible desastre! ¡Todavía odiaba mi vida y todo lo que eso envolviera! Nada me traía alegría ni ningún sentimiento. ¡Estaba como muerta en vida! No me importaba nada, ni nadie. Cuando pude volver a manejar, me aterrorizaba de qué podía ser capaz de hacer con mi coche; las tentaciones de terminar con mi vida estaban allí cada vez que tocaba el volante. ¡Échate al mar! ¡Atraviesate al tren! No puedo contarte el infierno en el que vivía… entonces hice una decisión: Voy a poner algo que escuchar en la revista de CDs de mi coche que me ayude en algo. ¿Dijiste música? ¡Nooooo! Cualquier música para entonces madamas abría la fuente de mi llanto y no podía parar. Fui  a la Librería Cristiana a buscar unos CDs con los Salmos. Eso puse en el coche y los escuchaba constantemente al manejar de un lado al otro.

Mi familia y amigos me estaban tratando de ayudar, todos muy buenos y amables conmigo; pero nada estaba mejorando, al contrario, iba yo de mal en peor. Recuerdo que mis primos nos invitaron a ir a una boda. Todo el mundo feliz y celebrando, yo, chillando en la banca a todo vapor, ¡por la música que estaban tocando! Ahora viendo hacia atrás veo que tan mal estaba. Me animaron a que diera clases de piano, ¡Ni de chiste! Nada estaba funcionando ni mejorando. Entonces, después de un año y medio de esta situación, Dios me tomo y me puso en mi recamara por esos siete meses que recuento en mi testimonio en el enlace que ya puse arriba (Si no lo has leído te lo recomiendo para que comprendas la historia).

Después de esos siete meses con mi Dios, cuando al fin entendí su verdad, cuanto me valora, cuanto me ama, y que tan equivocada estaba en cuanto a el, me aventé a sus brazos para no salir de allí jamas. Me sacó de ese cuarto una nueva criatura en el, explotaba yo de el gozo, paz y amor que el puso en mi ser, sabiendo que se dio a si mismo para darme vida y vida en abundancia… Ahora ya sabia que no importa donde este, o que este pasando, el amor de mi Padre hacia mi nunca varia, no cambia. ¡Esta conmigo y en mi constantemente! Esta en mi para restaurarme, consolarme, guiarme, enseñarme, limpiarme de todo pecado, transformarme y finalmente, llevarme al hogar celeste que me ha preparado.

Desde entonces, mi Padre me ha estado restaurando todo lo que había perdido, primero una cosa, y luego otra, una por una, aun mas de lo que pensaba posible. Me ha sorprendido cada vez, era inesperado, ¡Pude caminar! ¡Pude mover todo mi cuerpo! ¡Podía oír! ¡Podía ver! ¡Podía recordar todo! ¿Sabes? ¡Los médicos le habían dicho a mi esposo que nada de esto seria posible si aun lograba vivir! ¡Mi pronostico era ser un vegetal en silla de ruedas el resto de mis días! ¡Pero esa no fue la opinión o decisión de mi Dios! ¡El tenia otros planes para mi!

Después de cinco años de estas sorpresas, la continuación de la transformación de mi carácter, y las creencias que tenia, etc. De repente comencé a extrañar mi música. Me preguntaba si algún día podría volver a disfrutarla. Hice algunos atentos a ver si podía y los recuerdos negativos se asomaban como intrusos a mi corazón.  Entonces tuve una platica con mi Papi, y le pregunte que iba a pasar con eso. Me dijo «espera». Comprendí su voz y sigue con mi vida como si nada, descansando y gozando en comunión con El.

Ya había tratado de tocar la guitarra y el piano en estos cinco años, pero nunca pude realmente llegar al nivel en que estaba antes y perdí la paciencia conmigo misma. La embolia dejó mi brazo izquierdo y mano muy débiles y sin destreza. Dios me ha dado otras cosas que llenan mi vida ahora. Claro que si El quiere me devolverá eso también! Así que estuve esperando…

El año pasado le conté  a una amiga de muchos años, no pudo entender porque estaba yo teniendo ese problema. Le dije que estaba esperando que Dios sanara eso en mi ser y me diera la libertad que necesitaba. Como cada cosa que mi Padre me ha restaurado, siempre ha sido inesperado, ya ni lo estaba pensando.

Hace como dos meses, tuve un deseo tremendo de oír el tercer concierto de piano de Rachmaninoff’, una de las piezas mas difíciles de tocar. Me dije: mmmmmmm ¿sera que ya puedo? Lo deje pasar por unos días… ¡Luego vinieron a mi mente unas piezas de Chopin! ¡Así, una tras otra! Los conciertos y sinfonías  venían a mi mente y deseaba oírlas. Al fin oí a mi Papi decirme: ¡Es tiempo! Fui al Internet a buscar algunas de esas piezas para darle una prueba antes de ponerme a buscar mis CDs. ¡Ay Papito! ¡Ay Papito mio! ¡Fue como escucharlas por primera vez! ¡Ni rastro de ninguno de esos sentimientos terribles que tenia antes! ¡Dios a sanado mi alma por completo! Ahora puedo gozar mi música sin ningún temor o recuerdo del pasado.

¿No es Dios maravilloso? ¡Maravilloso Padre!

Te pongo aquí unos ejemplos de algunos de mis favoritos:

http://youtu.be/Ohtikwa64xo   Esta toqué para un recital en la universidad.

QUE DIOS TE BENDIGA. DÉJALE TRANSFORMAR ESAS COSAS EN TU VIDA QUE NO SON DE EL.